El cooperativismo y su esencia igualitaria
Modelos empresariales hay muchos, pero, sin duda, el modelo cooperativista tiene algo que le diferencia del resto: su esencia igualitaria, tanto hacia el interior de la organización como hacia el exterior, que también se traduce en una gestión y estructura organizativa de naturaleza democrática. En este sentido, según la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), los valores cooperativos son:
- Afiliación voluntaria y abierta
- Control democrático por parte de sus miembros
- Participación económica de sus miembros
- Autonomía e Independencia
- Educación, formación e información
- Cooperación entre cooperativas
- Preocupación por la comunidad
Estos principios igualitarios ya se detectan en los orígenes del cooperativismo. Aunque la primera referencia a una cooperativa se encuentra en la Escocia del s. XVIII, el inicio del movimiento cooperativista se ha fijado en 1844 con la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, la primera cooperativa moderna. Fue fundada por profesionales que trabajaban en la industria textil en Rochdale (Inglaterra) y que se unieron para poner fin, por un lado, a sus miserables condiciones laborales y, por otro, para ofrecer un producto que pudiera ser comprado a un precio justo. A día de hoy, más del 12 % de la población mundial es cooperativista de alguna de las 3 millones de cooperativas del planeta.
Las mujeres y el cooperativismo
Ese grupo de tejedores conocido como los Pioneros de Rochdale estuvo conformado por 28 personas, de las que solo una era mujer: Ann Tweedale. Este hecho insólito adquiere más relevancia todavía si recordamos que, en aquel momento, las mujeres no podían pertenecer a este tipo de asociaciones y que, además, faltaba más de medio siglo para que las británicas vieran reconocido su derecho al sufragio. El papel de Tweedale no fue secundario y, entre otras cuestiones, firmó junto al resto y en nombre propio el documento de constitución de la cooperativa y se encargó de conseguir el alquiler del almacén de abastos, básico en una cooperativa de consumo como aquella.
Por otro lado, en aquel contexto político-económico del s. XIX y principios del s. XX, no es de extrañar que el cooperativismo y el sufragismo fuesen de la mano con mujeres como Anna Doyle Wheeler, Alice Acland, Annie Williams, Mary Lawrenson o Margaret Llewelyn Davies, algunas de ellas fundadoras en 1883 de la Women’s Co-operative Guild, la primera organización cooperativa de mujeres.
No obstante, la participación de las mujeres en el mundo cooperativo tampoco ha sido fácil. Por ejemplo, la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), fundada en 1895, no tuvo una presidenta hasta 2009, año en el que Pauline Green llegó a liderar el cooperativismo a nivel mundial. Precisamente, en su primer discurso como presidenta admitió que:
“Desde su creación, el cooperativismo ha defendido la igualdad entre hombres y mujeres como un principio clave. Y, sin embargo, en todo el mundo la igualdad es aún más notable en su omisión que en su cumplimiento”. Pauline Green, primera presidenta de la ACI
Sin equidad de género no hay cooperativismo
Decía Pauline Green que las cooperativas dan poder a las mujeres y las mujeres dan poder a las cooperativas. Es cierto que el cooperativismo abre una posibilidad de empleo a las mujeres, mejores condiciones laborales y facilita su empoderamiento gracias a esa inclusión laboral y a esa participación que pueden desarrollar en las cooperativas (algo especialmente relevante para las mujeres en el ámbito rural).
No obstante, aunque el cooperativismo tiene la igualdad en su ADN, las cooperativas no dejan de ser un producto de la sociedad, donde la desigualdad persiste, donde la socialización diferenciada de hombres y mujeres continúa y donde la jerarquía en las relaciones de poder entre hombres y mujeres sigue siendo evidente. Por tanto, las cooperativas no son ajenas a esta realidad y, como cualquier institución, también reproducen roles y estereotipos de género. Esto, por ejemplo, se constata de manera muy clara en la forma de participación de unos y otras en el movimiento cooperativista: aunque haya una presencia relativamente equilibrada como cooperativistas, esto no se traduce en una participación equitativa en los órganos de gobierno y de gestión.
En definitiva, la cooperativa no es de por sí garante de igualdad, y menos todavía de igualdad entre mujeres y hombres. Por lo tanto, no basta con la tradicional filosofía igualitaria y la estructura democrática de las cooperativas para que exista igualdad de género en ellas, sino que es necesario aplicar la perspectiva de género en la organización a través, por ejemplo, de los planes de igualdad. No solo por una cuestión de justicia, sino también para que las cooperativas sean capaces de desarrollar todo su potencial.
EgaleCo Lab, una cooperativa especializada en igualdad y género
En nuestra consultora de igualdad conocemos muy bien el mundo cooperativista. De hecho, EgaleCo Lab es una cooperativa y pertenecemos a UCOMUR, la Organización Empresarial representativa del Cooperativismo de Trabajo Asociado y la Economía Social de la Región de Murcia.
Nuestro equipo y nuestro sector profesional, el de la consultoría de género, comparte los valores cooperativistas y de la economía social, basados, entre otros, en la democracia, la cohesión social, la equidad, la justicia social, la solidaridad y el interés colectivo.
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Autoría
Socia fundadora de EgaleCo Lab | Politóloga y consultora de igualdad, políticas públicas y participación ciudadana. Docente universitaria. Investigación social aplicada. Valoración de Puestos de Trabajo (VPT). Gestión de Talento, Recursos Humanos y Bienestar en en el Sector Público y Privado. Diseño e impartición de acciones formativas.
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